/ Luis Moro
Caen las hojas doradas sobre las fuentes de Fremin y Thierry… Recuerdo sus líquenes cubriendo el
metal, abriéndose paso sobre un extinto barniz dorado.
La piel de plomo Xoloitzcuíntlica evoca a ese encuentro de dos mundos; las arrugas del tiempo en su paso por el inframundo, esos lupus recorriendo los salones versallescos del Duque de Anjou.
Patinados por el oro de palacio en su deseo de glorificarlos, acercándose al “Rey Sol” en un espléndido caballo blanco.
Las ramas secas sirven de hogar a los caracoles de bronce que escalan hacia los dorados, recuperando el brillo que la patina dejó congelada en el tiempo del hipocampo.
La jaula oxidada se balancea ligeramente con el canto del pájaro, que observa planear un avión
hacia el infinito.
Caen unas gotas del cielo en el estanque de las carpas y peces transparentes, en un devenir interactivo que el joven monarca dejó renderizando para su ilusión animada. Es un lienzo en realidad aumentada, donde la kinect de los sueños transforma las blancas palomas en sombras que habitaron el palacio, ahora en ruinas, olvidado en el tiempo, dejado al destino de los dioses aztecas. Convertidos ahora en dorados sueños de plomo.
Interacciones: El jardín animado es una trilogía donde confluyen obras pictóricas inspiradas en las
series Reflejos; Xolochairs y Microcosmos interactivo.
En El jardín animado se produce un encuentro entre el mundo animal de Moro y la mitología. Inmanente y perdurable en la memoria, como el oro que ilumina sus piezas. Vertebrados acuáticos
y artrópodos definidos por su propia corporeidad, hipocampos y xoloitzcuintles retratados en su
estancia en México; con esculturas y piezas en bronce, inspiradas durante su período en Roma y sus
paseos por los jardines barrocos de la Granja de San Ildefonso.
Seres y paisajes iluminados con un manto dorado, cual brillo del sol naciente. Que cobran otra
dimensión a través de la realidad aumentada, como una alegoría de la vida, la permanencia, la conservación y la continuidad de la especie.