Artista autodidacta, al que la inspiración le nace de trabajar con materiales sobre los que establece una reflexión estética entendida en sentido hegeliano: belleza de la forma; regularidad, simetría y armonía. A diferencia de los autores fuente de inspiración del siglo XX, Cuétara se acerca e incluye la tecnología en su obra. Funde la sensualidad de las telas manipuladas dotándolas de luz y estableciendo puentes históricos entre la gestualidad póvera y la estética minimalista. Su propuesta no hace juicios de valor sobre su entorno, no pretende alterarlo ni reproducirlo, se limita a la objetividad, a la búsqueda de la expresividad de la materia en sí, al concepto entrópico de orden, frente al desorden y el barullo. Como artesano decimonónico, Cuétara utiliza el lienzo desnudo, a través de su manipulación y la observación de sus cualidades específicas, no para cubrirlo de pigmentos o de imágenes, sino para que se exprese en sí mismo.
La tela , el pliegue y la luz son las claves de su lenguaje. Para Cuétara el pliegue, supone en sí mismo un elemento clave en la construcción y composición de sus cuadros. Es algo más que un simple recurso formal, representa sobre todo un espacio de posibilidades: las de alojar a la vez la materia y el alma, y por encima de todo la plasmación, a través de los pliegues y arrugas de la tela, de la permanencia del artista en su propia obra. El intersticio, la cavidad –que es también relieve- se convierte en el lugar donde se cumplimenta el deseo de perdurar en la memoria del tiempo
y de los hombres.
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