Juego de pliegues

La pintura es esa pura y dura tarea de contar, cantar, vivir y entender el mundo a través de un puñado de lienzos, colores y pinceles; oficio de luces –y también de sombras-. Una tarea tan fascinante y quimérica como ésta encarna también la búsqueda artística de Fernando Cuétara, un creador vocacional que, a lo largo de los años, ha sabido poner en marcha su propio y personal lenguaje pictórico, basado en el trabajo, el estudio, la pasión por el arte y –quizás lo que es más definitivo- el inagotable motor de la curiosidad por mirar, sentir y transmitir.

Si hay un hilo argumental que construye y da sentido a toda la obra pictórica de Fernando Cuétara este es, indudablemente, la presencia de la materia. De esta manera, el cuadro –ese campo de batalla en el que el pintor se la juega a cada segundo-, se convierte en un ejercicio de voluntad no sólo visual, sino ante todo decididamente táctil y sensual. El lienzo se transforma así en objeto y sujeto de la mirada, y también del tacto, en una especie de muro, pero, eso sí, un muro franqueable, que nos permite recorrer sus superficies.

La luz, entendida –y sentida- como metáfora, energía y símbolo, siempre ha iluminado con sus rayos los espacios del arte. A partir de los años 60 del siglo XX las experiencias artísticas que emplean la luz en sus distintas formas de expresión –fundamentalmente las que se generan a partir de la electricidad-adquieren un gran protagonismo. Será entonces cuando se convierte en un recurso artístico referencial, abarcando una amplia y variada sintaxis lumínica: neones, holografías, vídeo, Leds.

Para Fernando Cuétara el pliegue, supone asimismo un elemento clave en la construcción y composición de sus cuadros. Es algo más –mucho más- que un simple recurso formal que sólo consistiera en plegar la tela, tensarla, darle un ritmo horizontal, vertical o diagonal y endurecerla; representa sobre todo un espacio de posibilidades: las de alojar a la vez la materia y el alma, y por encima de todo la plasmación, a través de los pliegues y arrugas de la tela, de la permanencia del artista en su propia obra.

x